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El Fioruchi de Marina Arias y la escritura facilísima

Por Marcos Nuñez (*)

Me van a tener que disculpar por no ser original, pero voy a empezar por el final: “Este libro se terminó de imprimir en los talleres TecnoOffset de la ciudad de Buenos Aires en julio de 2020, en el medio de una pandemia”, se lee en la última página impresa del nuevo libro de Marian Arias. Y es para destacar lo de la valiente Ediciones Tutuca porque si hay un sector que está en crisis en este tiempo es el de la cultura que, paradójicamente, es el que entretiene, lleva felicidad y ayuda, justamente, a sobrellevar esta pandemia.

Fioruchi, la cuarta entrega de la saga de Mariana y Christian, incluye un viaje a las Cataratas de Iguazú. Y el viaje a las Cataratas del Iguazú incluye, a su vez, un viaje a París, como esas tradicionales muñecas rusas que conocemos como mamushka. Y en este juego que propone la escritora vale preguntarnos: ¿qué novela de Mariana y Christian no involucra decisiones intempestivas?

Con Christian en un segundo plano, en esta novela que “va de la amistad” Arias hace foco en los personajes de Mariana y Jimena. Y hace foco, también, en la evasión: la respuesta a los problemas de Mariana, que no quiere enfrentarse a la aventura que tuvo Christian; y también la carta de Jimena, que busca escapar del tedio laboral y el desamor.

Arias suelta a sus personajes como un pastor suelta a sus ovejas para que pasten, sólo que la escritora libra a sus criaturas en un territorio desconocido. Y que se arreglen. Como lectores asistimos a la naturalización de ese espacio, al infructuoso francés de las protagonistas que se hacen entender y a la fragilidad de los lazos que crean.

En la presentación Fioruchi –vía streaming, pues pandemia–, la autora de Bondi y Mochila volvió a insistir en la idea de que la escritura es deriva porque no sabe qué van a hacer sus personajes hasta que lo hacen. Después, cuando los personajes hicieron lo que tenían que hacer y dijeron lo que tenían que decir, la narración la expulsó, lo que marcó el final de la novela. Por eso, por ejemplo, Arias no supo qué le pasaba al personaje de Luis hasta que Luis, a su modo, se lo reveló a Mariana. Y a Jimena. Y a Christian. Y, en suma, a todos.

Lecturas como las de Marina Arias, como pasa también cuando leemos a autores como Roberto Bolaño, nos dan la sensación de que escribir es facilísimo. Sin embargo, sólo cuando lo intentamos comprendemos el enorme trabajo que hay detrás. Y un libro que nos da esto, es un libro que nos da mucho.

(*) Lic. en Comunicación Social, escritor, docente en FPyCS – UNLP.

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